Era una primavera sobre 1964, siendo arzobispo D. José María Bueno Monreal. Se organizo una santa misión, con el fin de reavivar la religiosidad popular. Se programaron numerosos actos sobre en todos los templos, predicaciones en distintos barrios y multitudinarias comuniones de enfermos, Sevilla entera había de ser escenario de tan magnas celebraciones, en las cuales participaría activamente un centenar de religiosos y sacerdotes misioneros.
Ocurrió que la Hermandad del Gran Poder, como todas las demás, fue invitada a salir procesionalmente, y a tal efecto se bajó del altar la imagen del Señor.
Había un cierto hombre, el cual tenía un taller mecánico por la barriada de Nervión. Éste había sido en su infancia y en su juventud un muchacho piadoso, pero el paso de los años había ido entibiando su religiosidad hasta apartarle totalmente de la fe.
Se encontró por aquellos días con el mayordomo del Gran Poder, antiguo amigo suyo, y el cual, que iba entusiasmado y enfervorizado porque había dejado momentos antes el "paso" del Señor ya preparado, dispuesto a salir a la calle, al encontrar a su amigo el mecánico le dijo que porque no se llegaba a San Lorenzo para ver al Gran Poder, que hacía tiempo que no le veía por allí. A lo que el mecánico le repuso airadamente, ¿ir a ver al Gran Poder? ¡cómo que yo no tengo otras cosas más importantes que hacer!, si el Señor del Gran Poder tiene interés en verme, !que venga a mi casa!, mosqueado se separó de su amigo sin despedirse.
El acto de clausura estaba previsto que se celebraría en Plaza de España, cerrando así unas demostraciones piadosas que habrían durado más de dos semanas. Todas las imágenes estaban situadas en iglesias antiguas. El señor Arzobispo pensó que la Santa misión, será una buena oportunidad para que las famosas imágenes de las principales cofradías fueran llevadas a los barrios apartados. La imagen del Señor del Gran Poder estaba puesta ya en su "paso" para salir, en dirección a la populosa barriada de Nervión.
A mitad de la Av. Eduardo Dato se encontraba ya la procesión cuando empezó a chispear. Iban a refugiarlo en el Sanatorio de los niños lisiados de San Juan de Dios, apretaron el paso los costaleros, los músicos iban tapando como podían los papeles de partituras y los parches de los tambores para que no se mojasen. Los cirios del acompañamiento y las velas de las candelarias del paso ya se habían apagado con las primeras gotas. Cuando llegaron al sitio resulta que la puerta era demasiado estrecha y el paso no podía entrar.
Decidieron llevarlo a la iglesia de Nervión pero llovía a cantaros y para evitar el daño de la imagen, dijeron que lo metiera en algún portal. El portal era grande, pero no tenía cabida para todo el acompañamiento, se produjo la desbandada. Cada acompañante huyo a refugiarse donde pudo, en los edificios inmediatos, en los bares del barrio. y allí quedo el "paso", con solo acompañamiento que la pareja de guarda que los escoltaban, y los hermanos de la Junta de gobierno de la Hermandad. Atardecía más oscuro el día que lo acostumbrado por estar el cielo cubierto, y no cesaba de llover.
A esa hora, el hombre cerró el taller mecánico y alzándose el cuello de la chaqueta para protegerse algo contra la lluvia, se dirigió a su casa. De repente, al entrar en el portal vio la luz de los cirios, la impresionante figura del Señor del Gran Poder, con la cruz a cuestas y la dramática expresión del rostro, mirando hacia él fijamente. El hombre sintió que se le aflojaban las piernas. Recordó vivamente la frase que dijo horas antes, si el Señor del Gran Poder tiene interés en verme, !que venga a mi casa!, y allí estaba en su casa, el Señor del Gran Poder, con la cruz a cuestas, los pies sangrantes, la cara sufriente y mansa, mirándole desde lo alto del paso, entre el resplandor amarillento de las velas.
Leyenda Popular (Fuente: desconocida)
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Más que leyenda se puede considerar una historia real por tener personajes con nombres y apellidos, esa persona era un ex futbolista llamado Juan Araujo, que tras colgar las botas de futbolista montó un taller.